Maggie Meier, una estudiante de secundaria, enfermó de una grave inflamación del cerebro, que la puso en riesgo de muerte y la indujo al coma.
William Graf, su neurólogo, dijo que no podía creerlo: Maggie, era capaz de lanzar tiros libres a la canasta estando en coma. Los fisioterapeutas dejaron de tratarla ya que, con el ejercicio que hacía con una improvisada canasta la joven no necesitaba más para que sus músculos no se atrofiaran.
Su neurólogo sólo pudo dar una explicación: "El acto de lanzar una pelota de baloncesto debe ser uno de los instintos básicos más arraigados en Maggie, este movimiento regresó a ella incluso antes de que fuera capaz de volver a hablar o a caminar".
Finalmente, Maggie salió del coma y retomó su puesto en el equipo de baloncesto de su instituto sin problemas.
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