Se llama Shannon, esta joven de Welland, Ontario (Canadá) de 20 años reconoce que "a ella le gusta la gasolina" pero literalmente:
Verla caminar por su casa con el bidón en la mano da casi repelús, sobre todo cuando cuenta cosas como: “Aunque me hace daño, me hace sentir bien”, asegura la joven, que para saciar su adicción o lame la tapa del bidón o la bebe directamente de la lata, la que dice es su forma favorita o bien acostumbra a comer papel de periódico impregnado en este combustible. Su madre asegura que al principio no podía creer la adicción, sin embargo, se dió cuenta de la veracidad de sus palabras cuando notó el olor innegable de la sustancia en el aliento de su hija.
"Beber la gasolina puede causar quemaduras, vómitos, diarrea y, en cantidades muy grandes, la somnolencia o la muerte," tal y como describe el Departamento de Salud del Estado de Nueva York.
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